Capitulo 19. Dos amigos
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Después del profundo dolor, vino el terrible silencio del final. Los cuerpos de las princesas ya descansaban en las cámaras funerarias. Había sido un trabajo duro y arriesgado, pero parecía que los dioses habían dado su beneplácito al valor de Kairka, un valor que ahora mismo era una de las mejores armas de los rebeldes de palacio. La ceremonia se había llevado es la más pura intimidad, el faraón regente y su esposa, habían rehusado asistir, porque preferían el calor de los acólitos de Atón en estos momentos de dolor. Así pues Kairka tuvo que llorar a las hijas del faraón como si fueran suyas y no encontró ayuda ni consuelo en nadie, que no fueran sus esclavos más allegados , o la aptitud siempre voluntariosa de Seti, el cual nunca le había fallado. A veces un funcionario como Seti, era lo más adecuado, hasta para llorar en su hombro.
Kal -el , quería distracción por eso había escogido para el ejercicio de infiltración a un experto militar como Alkair y a un hombre importante y respetado como Kairka, que llegado el caso podría poner cualquier pretexto a su estancia en esa zona vedada de palacio. La noche se había unido como fiel testigo de sus actos, dándole si cabe más dramatismo a la escena. Con la mente todavía embotada por las sensaciones del ritual de embalsamiento, Kairka busco el consuelo, en el anhelo de su familia, aunque últimamente se había empezado a distanciar mucho de ellos, tal vez porque era el más consciente de que el peligro de una muerte real, era cada vez más inminente. Evoco aquellos años donde había visto crecer a sus hijas, y el recuerdo del día que celebro junto a su esposa su ascenso a medico real, todo ello lo recordó con avidez, pero de forma muy rápida, casi como si fuera una fuerte dosis de recuerdos inyectada a presión en sus venas. Kairka deseo que esa no fuera la última vez, deseaba poder volver a abrazar a sus hijas y a su esposa, y decirles todas las cosas que se había guardado durante estos años. Alkair por el contrario mostraba un semblante serio, había sido desplazado y quería recuperar su honor aparentemente perdido. Aunque el faraón había rectificado, la degradación publica a la que había sido sometido con la llegada del mago, era un trago difícil de pasar para un hombre de su carácter. Esa falta tenía que desaparecer y solo podía caer en el olvido, saliendo airoso de las tareas que le había encomendado Kal-el, la primera quizás la más arriesgada de todas.
El camino estaba iluminado por el fuego de las antorchas que daban un aspecto siniestro a las perfectas y cuadriculadas calles de la ciudad maldita, moviéndose como lo harían dos cazadores en busca de su presa los amigos se acercaron a la zona de perímetro acotado por las fuerzas del mago, que guardaban con extremo cuidado y mucho celo lo que pasaba tras sus puertas.
Los guardias estaban perfectamente entrenados, y en el tiempo que estuvieron observando comprobaron que se coordinaban entre ellos perfectamente. Los cambios de turno eran perfectos, el control de la gente que entraba y salía era férreo, allí no valía de anda la fama o la reputación de uno, si no era bien recibido. Alkair le propuso a Kairka, esperar una noche más, tal vez infiltrarse con los cocineros, sin duda los que más entraban y salían de la zona acotada. Aunque el tiempo era vital para llevar a cabo la misión con éxito, parecía lo más sensato una vez analizada la situación.
-Mañana nos infiltraremos con los esclavos, además el acceso desde las cocinas inferiores, será más fácil, me he dado cuenta que muchos de ellos a determinadas horas, parar para hacer una oración a Atón, ese será el momento, dijo Alkair, mientras buscaba con los ojos un lugar cercano y seguro entre los techos de las casas de la gran avenida.
- Espero que sepas lo que estás haciendo, si nos descubren estaremos totalmente expuestos, dijo Kairka mientras sacaba una pequeña daga de debajo de su manto.
- Esperemos que no tengas que usar esa mortífera arma, Kairka, no soporto ver tanta sangre, dijo Alkair, mientras sonreía para restar gravedad a los acontecimientos.
Treparan hasta un tejado cercano y desde allí estuvieron largo rato en silencio observando. El siguiente paso sin duda seria contactar con Seti, que últimamente andaba enredando sobre las tradiciones y costumbres de los esclavos hebreos, algo que sin duda era normal en el por su increíble ansía de conocimiento, peor que esta vez se estaba tornando obsesiva en su búsqueda de alguien o de algo relacionado con ellos. Si conseguían que centrara su atención en ellos , entonces tal vez, Seti podría ayudarles a ocupar el puesto de alguno de los esclavos que estaban a su servicio.
Pronto llegaría el amanecer y con el , el gran día, Kairka y Alkair necesitaban dormir, así que volvieron apresuradamente a palacio, contactaron con Kal- el y le contaron su plan. Una vez elegido el camino de la sutileza, cualquier plan parecía sensato, Alkair miraba a su Tyaty con resignación, el esperaba sin duda un ataque frontal, sin salidas nocturnas, ni subterfugios, pero Kal- el había elegido otras sendas que recorrer, esperando sin duda que su buen hacer tuviera una recompensa a la altura de su paciencia.
Kal -el , quería distracción por eso había escogido para el ejercicio de infiltración a un experto militar como Alkair y a un hombre importante y respetado como Kairka, que llegado el caso podría poner cualquier pretexto a su estancia en esa zona vedada de palacio. La noche se había unido como fiel testigo de sus actos, dándole si cabe más dramatismo a la escena. Con la mente todavía embotada por las sensaciones del ritual de embalsamiento, Kairka busco el consuelo, en el anhelo de su familia, aunque últimamente se había empezado a distanciar mucho de ellos, tal vez porque era el más consciente de que el peligro de una muerte real, era cada vez más inminente. Evoco aquellos años donde había visto crecer a sus hijas, y el recuerdo del día que celebro junto a su esposa su ascenso a medico real, todo ello lo recordó con avidez, pero de forma muy rápida, casi como si fuera una fuerte dosis de recuerdos inyectada a presión en sus venas. Kairka deseo que esa no fuera la última vez, deseaba poder volver a abrazar a sus hijas y a su esposa, y decirles todas las cosas que se había guardado durante estos años. Alkair por el contrario mostraba un semblante serio, había sido desplazado y quería recuperar su honor aparentemente perdido. Aunque el faraón había rectificado, la degradación publica a la que había sido sometido con la llegada del mago, era un trago difícil de pasar para un hombre de su carácter. Esa falta tenía que desaparecer y solo podía caer en el olvido, saliendo airoso de las tareas que le había encomendado Kal-el, la primera quizás la más arriesgada de todas.
El camino estaba iluminado por el fuego de las antorchas que daban un aspecto siniestro a las perfectas y cuadriculadas calles de la ciudad maldita, moviéndose como lo harían dos cazadores en busca de su presa los amigos se acercaron a la zona de perímetro acotado por las fuerzas del mago, que guardaban con extremo cuidado y mucho celo lo que pasaba tras sus puertas.
Los guardias estaban perfectamente entrenados, y en el tiempo que estuvieron observando comprobaron que se coordinaban entre ellos perfectamente. Los cambios de turno eran perfectos, el control de la gente que entraba y salía era férreo, allí no valía de anda la fama o la reputación de uno, si no era bien recibido. Alkair le propuso a Kairka, esperar una noche más, tal vez infiltrarse con los cocineros, sin duda los que más entraban y salían de la zona acotada. Aunque el tiempo era vital para llevar a cabo la misión con éxito, parecía lo más sensato una vez analizada la situación.
-Mañana nos infiltraremos con los esclavos, además el acceso desde las cocinas inferiores, será más fácil, me he dado cuenta que muchos de ellos a determinadas horas, parar para hacer una oración a Atón, ese será el momento, dijo Alkair, mientras buscaba con los ojos un lugar cercano y seguro entre los techos de las casas de la gran avenida.
- Espero que sepas lo que estás haciendo, si nos descubren estaremos totalmente expuestos, dijo Kairka mientras sacaba una pequeña daga de debajo de su manto.
- Esperemos que no tengas que usar esa mortífera arma, Kairka, no soporto ver tanta sangre, dijo Alkair, mientras sonreía para restar gravedad a los acontecimientos.
Treparan hasta un tejado cercano y desde allí estuvieron largo rato en silencio observando. El siguiente paso sin duda seria contactar con Seti, que últimamente andaba enredando sobre las tradiciones y costumbres de los esclavos hebreos, algo que sin duda era normal en el por su increíble ansía de conocimiento, peor que esta vez se estaba tornando obsesiva en su búsqueda de alguien o de algo relacionado con ellos. Si conseguían que centrara su atención en ellos , entonces tal vez, Seti podría ayudarles a ocupar el puesto de alguno de los esclavos que estaban a su servicio.
Pronto llegaría el amanecer y con el , el gran día, Kairka y Alkair necesitaban dormir, así que volvieron apresuradamente a palacio, contactaron con Kal- el y le contaron su plan. Una vez elegido el camino de la sutileza, cualquier plan parecía sensato, Alkair miraba a su Tyaty con resignación, el esperaba sin duda un ataque frontal, sin salidas nocturnas, ni subterfugios, pero Kal- el había elegido otras sendas que recorrer, esperando sin duda que su buen hacer tuviera una recompensa a la altura de su paciencia.