CAPITULO I KAL- EL

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El tiempo parecía detenerse en “El horizonte de Atón”, la ciudad que solo un par de años atrás había fundado el faraón Akenatón. Kal -el era su mano derecha, sus ojos, sus oídos y su voz, era su Tyaty. Esa calurosa tarde un esclavo le trajo un mensaje de Seti, el escriba real, al leerlo su semblante cambio, una extraña sensación de alivio y pesadumbre le invadió. El faraón dejaba el palacio por un tiempo, pero prescindía de su compañía para su viaje al interior del reino. La sensación de rabia por ese desplante quedaba anulada en parte por una gran noticia, las mujeres de la Casa Jeneret se quedaban en palacio, solo viajarían con el su guardia personal y su esposa la bella Nefertiti. Por lo tanto la favorita del faraón la bella bailarina Anuck, se quedaría en palacio, y eso era lo más importante, ya que ella era el oscuro deseo del joven Tyaty. Su amor estaba prohibido, si un solo hombre osaba siquiera mirarla a los ojos, se le ejecutaría de inmediato. Pero el faraón se marchaba y eso dejaba alguna oportunidad, para poder intercambiar unas palabras con ella, y muchas lunas para soñar despierto con calentar su frío lecho, una fantasía imposible sin duda, pero un acicate para dar rienda suelta a su pasión y soñar con otra vida junto a ella lejos de allí. Salio de sus aposentos y con paso firme se dirigió hacía la ventana de las apariciones, el lugar en el que la familia real se dejaba ver ante sus súbditos, desde allí contemplo como la comitiva había partido, esbozo una sonrisa y se dirigió hacia la sala de recepciones, allí le esperaba como siempre, el joven medico real Kairka, que también había sido excluido del viaje del faraón.

-No me gusta que viaje sin nosotros, Tyaty dijo Kairka entre susurros.

-Es la voluntad de nuestro señor, sin embargo he de reconocer que prescindir de tus servicios y por lo que se, de los de Alkair es un riesgo innecesario, respondió mientras bajaba un poco más la voz y se ocultaba tras una columna.

-¿Qué debemos hacer ahora Tyaty?, la expedición griega llegara esta noche, este desplante es muy imprudente, muy imprudente, Kairka no dejaba de frotarse las manos mientras zarandeaba la cabeza con el animo cada vez mas bajo.

-Saldremos de esta como tantas otras veces, beberán, copularan y quedaran prendados de nuestra música y nuestros bailes. Cuando quieran darse cuenta estarán cantando la gloria de Akenatón en cada uno de sus palacios. Levanta ese ánimo, ahora es nuestro deber estar a la altura, dijo Kal-el, mientras fijaba su mirada en el fondo del largo pasillo que daba a la sala de los regentes.

Nada podía fallar. Allí rodeado por media docena de esclavos, se encontraba Seti, el escriba real, repartiendo tareas, y severas amenazas. De aspecto frágil y huesudo era considerado de corta estatura por sus compañeros de palacio, al cual le llamaban cariñosamente “El gran Seti”.Pero eso solo estaba reservado a sus amigos más allegados, cualquier otro que le llamase así, estaría castigado en las cocinas de palacio, mucho tiempo.