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CAPITULO 2 ANUK Continuación (2)

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El cansado y preocupado medico real anuncio su entrada con voz firme, a su paso fue recibido por “la venerable”, que se apresuro a comentarle, que nada podía fallar esa noche, había mucho en juego. La Casa Jeneret no era un simple lugar de recreo para el faraón, era una poderosa institución con una gran influencia y una extraordinaria libertad económica, tal era su poder que muchos de los los altos dignatarios del faraón se casaban con las mujeres que ocupaban altos cargos dentro de ella. Así estos podrían ascender más fácilmente, asegurándose una buena posición social y el monarca a su vez se aseguraba una mayor fidelidad de sus súbditos. En verdad Kairka notaba el peso de la responsabilidad. Una vez hubo terminado los formalismos de su incursión en la instancia entro solo en los aposentos de Anuk.
-Kairka, maestro de maestros, tengo unas dolorosas molestias en el tobillo izquierdo, no puedo hacer los giros con normalidad, ¿puedes hacer algo? – dijo Anuk con voz nerviosa y preocupada.
-Veré que puedo hacer, bella Anuk , desde aquí parece algo hinchado. Deberías poner el pie en alto. Túmbate y que algún esclavo te traiga algo, para mantener en pie ese tobillo.
La norma era clara, ningún hombre podía tocar a Anuk que no fuera el faraón, asi que Kairka tendría que valerse de una esclava para hacer el análisis de la gravedad de la torcedura y poder hacer una certera cataplasma a base de pasta de lino y harina para combatir esa hinchazón. Así pues se puso manos a la obra y durante una larga hora, pregunto y dio órdenes concretas a la esclava que palpo minuciosamente cada centímetro del tobillo de la bella y preocupada Anuk. El proceso fue largo, pero satisfactorio, una vez terminado, Ordeno a todos que les dejaran solos.
-Gracias Kairka maestro de maestros- dijo Anuk ahora más tranquila.
-Uno se alegra de ser de utilidad- respondió Kairka mientras se limpiaba las manos y se levantaba para dejar los aposentos.
Cuando se quedo sola de nuevo, pensó que quedaba una cosa más, algo que siempre había hecho y que le había protegido, algo que no podía confesar a nadie, encomendar sus oraciones a Sacmis la “experta en magia”, la diosa que podría traerle la gloria. Anuk estaba perdida, sabia perfectamente que nunca podría gobernar junto a su faraón y sabia como se las gastaba Nefertiti con aquella que fuera la hemet mererty aat o "La amada Gran Esposa". El destino de su predecesora había sido nefasto, la enigmática Kiya le había dado su único varón al faraón, pero su recompensa había sido una misteriosa muerte.

CAPITULO 2 ANUK

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Su mirada se había centrado en un punto fijo de la sala, su mente solo podía imaginar formas imposibles, pasos y giros que una vez consumados, podrían conmover incluso al corazón más frio. Así pues, una vez estaba todo estructurado, cerró los ojos y respiro profundamente, al abrirlos dio rienda suelta a su cuerpo y comenzó a bailar. Todas las mañanas bailaba para ella misma, era su momento, donde no tenia que rendir cuentas ante nadie, ni bailar para halagar a su faraón o a príncipes llegados de lejanas tierras , y era entonces cuando se vaciaba, cuando experimentaba con la danza y la llevaba hasta los límites de su propia naturaleza mortal.
Anuk, se desplomo sobre sus rodillas estaba exhausta, su respiración entre cortada, y sus pulsaciones aceleradas como un caballo desbocado, la recordaban que estaba viva, lamentablemente un dolor agudo en el tobillo también, y su preocupación iba en aumento, nada podía fallar hoy, así que no le quedaba más remedio que recurrir a los sabios consejos del médico de la corte, el afamado y siempre atento Kairka.
La joven bailarina salió fuera de su habitación y llamo con voz suave a su criada más fiel

-Sarah, llama al bueno y sabio Kairka, y que venga de inmediato le necesito aquí, ahora.

-Sea así bella Anuk de ojos turquesa, ¿necesita algo más?- dijo la esclava con voz sumisa.

- Nada más, ahora parte –dijo Anuk mientras se retiraba de nuevo a sus aposentos.

Mientras esperaba la llegada del doctor, se acordó de la primera vez que bailo para su faraón hacia ya cinco largos años. Entonces era una joven muchacha desgarbada y flaca, recién llegada a la Casa de Jeneret , en la que se pasaba largas horas imitando y aprendiendo de sus nobles compañeras de la poderosa institución , lo mejor que podía. En la que parte de su encanto residía en sus desmesurados intentos por agradar, y su ligera torpeza de aprendiz de bailarina. Ahora no quedaba nada de eso, su figura estilizada y sus curvas perfectas, hacían de ella la mujer más bella del reino, sus bailes no solo marcaban la moda , sino que eran imposibles de copiar, su talento desatado no parecía manar de este mundo, sino de los propios dioses, ahora ya no deseaba agradar, ahora deseaba dominar con sus bailes voluntades y motivaciones, no obstante muchos puntos de vista contrarios a la voluntad del faraón habían variado drásticamente, después de que los enviados de otros países hubieran contemplado uno de sus bailes, ella era un arma más del faraón, y sobre todo de “la venerable” la mujer que gobernaba la institución que la había visto convertirse en lo que es. Si ese era su destino, tendría que ser un arma letal y siempre a punto, independientemente de quien tuviera en frente suya.

Capitulo I Kal- El continuación (3))

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La avanzadilla de los emisarios griegos acaba de atravesar las puertas de entrada al palacio. Kal –el sabia muy bien que papel juega allí junto a Akenatón, pero no había olvidado quien era. Hace mucho tiempo, antes de la llegada al poder del actual faraón, Kal –el había sido nombrado sacerdote de Anubis en Tebas, apenas contaba con quince años, pero su conocimiento, y su devoción eran tales, que era conocido como la voz de Anubis. Veinte años después los templos de todas las deidades del panteón egipcio, habían sido saqueados, todo ello con un fin honrar al único dios verdadero Atón y honrarlo con la construcción de una nueva ciudad a medio camino entre Menfis y Tebas, las que antaño habían sido las grandes capitales del imperio. Allí se construyo el horizonte de Atón, y fue donde Ka –el tuvo que honrar a su amado culto, entre las sombras, desde el subterfugio, viviendo una vida que no le tocaba junto a un hombre, un faraón, que había removido y destrozado los cimientos de las creencias de un pueblo entero. La ciudad brillaba con un esplendor casi idílico, pero su construcción estaba maldita. Había sido financiada con la confiscación de las tierras y las rentas de los antiguos templos y su expolio. Con todos sus privilegios revocados y sus inmensas riquezas requisadas, el mensaje en su quinto año de reinado era claro, la ruptura con el pasado era total, y la persecución a los antiguos cultos, seria implacable. Este era el décimo año de Kal –el al servicio de la casa real , y su primer año en la nueva ciudad, Akenatón había dejado pasar cinco años de su mandato encumbrando a Atón, pero permitiendo el culto a los viejos dioses, ahora la prohibición era total, y el monoteísmo impuesto la herejía más grande que jamás antes había cometido persona alguna contra los dioses.
Kal –el conocía muy bien el protocolo para estas reuniones, y no tenia tiempo para asistir hoy al taller de Bek para que este continuara trabajando en su busto, sabia muy bien lo que querían los emisarios griegos, lo mismo que habían querido, los pobladores y reyes de Babilonia, Mitanni, Asiria o Hati, simplemente ser tratados de forma especial, ser tratados como hermanos. La noche habia caido, todo estaba bajo control, Kal –el se detuvo un instante para lavarse las manos , cuando estaba a punto de partir al encuentro de los emisarios, un soldado de su guardia personal visiblemente fatigado, le entrego un mensaje.

-Señor, el general Alkair, dice que los adoradores de set han solicitado audiencia – dijo el soldado casi sin aliento

-¿Qué seguidores?, ¿cuantos son?, ¿va con ellos un joven de pelo rojizo?, ¿Dónde están?- Dijo Kal –el, mientras apretaba el paso en dirección a las escaleras que bajaban a la planta baja.

- Son solo dos, Tyaty un hombre anciano y su esposa, dicen venir en nombre de su dios, el pod.., el falso dios seth, mi señor.

-Reúne a tus hombres y prepara la sala de reuniones terminaremos con esto rápidamente y podremos tener una noche tranquila, no seria conveniente tal y como están las cosas negarles audiencia a estos infieles- dijo Kal- con un tono en la voz cada vez más recio.

La estancia estaba minuciosamente preparada para impresionar a sus visitantes, eso unido el aspecto regio y marcial de Kal- el, un hombre de casi dos metros de altura y una musculatura casi inhumana podría desarmar al hombre más osado, no obstante, muchos de los que venian con reivindicaciones hasta esta sala, caian derrotados antes de poder articular palabra, por la fuerte presencia del tyaty. La espera se hizo muy breve y unos minutos después un hombre anciano y una una mujer de mediana edad y con aspecto descuidado se presentaron ante él

-Tyaty, hombre sabio donde los haya, voz y oídos de Akenatón, te rogamos atiendas nuestras plegarias- dijo el anciano hombre mientras apoyaba contra la pared un viejo cayado en forma de serpiente.

- Desconozco lo que puedan querer dos serpientes de la arena, de la gloria de Akenatón, pero creo que estáis buscando ser entendidos en un sitio donde no cabe la esperanza para vuestro culto, marcharos con paso firme y dejad de alborotar las calles, si no queréis que la sangre y el dolor sean vuestros compañeros de viaje. No os deseo ningún mal, pero aquí no hay esperanza para vosotros- Dijo Kal el mientras les observaba con suma atención.

- Tyaty, la gloria de Akenatón acabara con todos, y entonces tendremos que refugiarnos en las tinieblas – dijo la mujer mientras se abria aun lado para dejar paso a un tercera persona que acababa de entrar en la sala.

Kal el no tuvo tiempo para reaccionar y como surgido de las más terribles y sinuosas sombras del oscuro pasillo aparecio un joven muchacho encapuchado y con un aspecto terriblemente inquietante.

- Kal- El ha llegado la hora de que se cumplan los designios de los eternos, y en mitad de la tempestad vengo a ti para que cumplas tu juramento – Dijo el joven muchacho mientras descubría su rostro, mostrando su rojizo cabello.

- ¡Que los Dioses se apiaden de nosotros!- Dijo Kal –el mientras apretaba fuertemente los puños

Una terrorífica risa inundo la sala, los soldados temblorosos aferraron sus armas y se pusieron en posición ofensiva, mientras Kal –el miraba frenéticamente a su alrededor, el joven muchacho se acerco a Kal –el y le miro fijamente a los ojos:

- No habrá piedad en el horizonte de Atón, Tyaty, no quedara ni el recuerdo de su existencia.

Capitulo I Kal- El continuación (2)

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Kal –el recorrió lentamente el camino hasta la sala de los regentes, mientras lo hacia lanzaba rápidas miradas a su alrededor, todo parecía en su sitio. Los guardias de palacio ocupaban sus puestos, y los esclavos se movían con soltura realizando sus duras y penosas tareas diarias con una minuciosidad casi inhumana. Al llegar a la sala suspiro, y cerro los ojos por un instante dejándose llevar por el olor de los árboles de incienso importados tiempo atrás desde el País de punt por la faraona Hatshepsut. Una vez de vuelta a la realidad reanudo la marcha y se acerco hasta donde se encontraba el joven y prometedor jefe de la guardia real del faraón.

- Dicen que ayer apareció muerto un famoso adorador de Anubis y toda su familia en Tebas, la ciudad esta convulsionada Tyaty –dijo Alkair al tiempo que invitaba su compañero a tomar asiento junto a él.

- Bueno, esta empezando, el Faraón esta tomando medidas, no puede permitir tal insulto al culto del único dios verdadero Atón.

- Pero Tyaty, el faraón, no debería, no … yo…Tyaty por favor habla con él, los cultos siempre han..

- ¡Alkair! – Grito Kal –el mientras golpeaba con su mano la fría mesa de piedra – Ni se te ocurra mencionar, ni siquiera pensar en ninguna deidad que no sea Atón. Te necesito a mi lado y con la cabeza bien fría, esta noche vendrán los griegos y no podemos permitir que vean fisuras en nuestras creencias, en lo que realmente valoramos, veneramos y admiramos.

-Tyaty, sabes que no le tengo miedo a nada de este mundo, pero presiento que algo malo va a ocurrir. Mis informadores me dicen que esta habiendo mucho movimiento en los templos abandonados de las antiguas deidades, algo se mueve en la calles, Tyaty necesito salir de palacio y comprobarlo yo mismo.

- Mañana cuando los griegos estén durmiendo su embriaguez podrás partir, pero necesito hoy al mejor a mi lado amigo mío, tu conoces todos los rincones de este palacio, tu conoces a cada soldado que se mueve por estos pasillos, y sobre todo, tu sabes que ella no te perdonaría no verla bailar esta noche. Kal –el río mientras intentaba transmitir algo de serenidad y calma a la situación que se estaba produciendo.

-Alkair, solto una gran carcajada. Esta noche no pasara nada malo Tyaty, esta todo controlado, no te fallaré.

Kal –el despidió con un gesto sincero de amistad a su joven amigo, y término de comprobar que todo estaba donde tenia que estar. Reviso cada rincón, cada detalle y llamo varias veces a diversos esclavos de palacio para que limpiaran y perfumaran con incienso la sala. Cuando se dio por satisfecho y dio el visto bueno ordeno a los soldados que cubrían la entrada que no dejaran pasar a nadie bajo ningún concepto, hasta que él regresara. Salio de allí con paso apresurado y algo nervioso hacia sus aposentos. Una vez allí dentro se arrodillo y entre tenues y apenas audibles murmullos comenzó a rezar :

¡Oh, señor que guías nuestras almas!,
sabio camínate entre las sombras
Tu que vagas entre los muertos, revélate
¡Oh , guerrero inmortal, poderoso Anubis!

CAPITULO I KAL- EL

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El tiempo parecía detenerse en “El horizonte de Atón”, la ciudad que solo un par de años atrás había fundado el faraón Akenatón. Kal -el era su mano derecha, sus ojos, sus oídos y su voz, era su Tyaty. Esa calurosa tarde un esclavo le trajo un mensaje de Seti, el escriba real, al leerlo su semblante cambio, una extraña sensación de alivio y pesadumbre le invadió. El faraón dejaba el palacio por un tiempo, pero prescindía de su compañía para su viaje al interior del reino. La sensación de rabia por ese desplante quedaba anulada en parte por una gran noticia, las mujeres de la Casa Jeneret se quedaban en palacio, solo viajarían con el su guardia personal y su esposa la bella Nefertiti. Por lo tanto la favorita del faraón la bella bailarina Anuck, se quedaría en palacio, y eso era lo más importante, ya que ella era el oscuro deseo del joven Tyaty. Su amor estaba prohibido, si un solo hombre osaba siquiera mirarla a los ojos, se le ejecutaría de inmediato. Pero el faraón se marchaba y eso dejaba alguna oportunidad, para poder intercambiar unas palabras con ella, y muchas lunas para soñar despierto con calentar su frío lecho, una fantasía imposible sin duda, pero un acicate para dar rienda suelta a su pasión y soñar con otra vida junto a ella lejos de allí. Salio de sus aposentos y con paso firme se dirigió hacía la ventana de las apariciones, el lugar en el que la familia real se dejaba ver ante sus súbditos, desde allí contemplo como la comitiva había partido, esbozo una sonrisa y se dirigió hacia la sala de recepciones, allí le esperaba como siempre, el joven medico real Kairka, que también había sido excluido del viaje del faraón.

-No me gusta que viaje sin nosotros, Tyaty dijo Kairka entre susurros.

-Es la voluntad de nuestro señor, sin embargo he de reconocer que prescindir de tus servicios y por lo que se, de los de Alkair es un riesgo innecesario, respondió mientras bajaba un poco más la voz y se ocultaba tras una columna.

-¿Qué debemos hacer ahora Tyaty?, la expedición griega llegara esta noche, este desplante es muy imprudente, muy imprudente, Kairka no dejaba de frotarse las manos mientras zarandeaba la cabeza con el animo cada vez mas bajo.

-Saldremos de esta como tantas otras veces, beberán, copularan y quedaran prendados de nuestra música y nuestros bailes. Cuando quieran darse cuenta estarán cantando la gloria de Akenatón en cada uno de sus palacios. Levanta ese ánimo, ahora es nuestro deber estar a la altura, dijo Kal-el, mientras fijaba su mirada en el fondo del largo pasillo que daba a la sala de los regentes.

Nada podía fallar. Allí rodeado por media docena de esclavos, se encontraba Seti, el escriba real, repartiendo tareas, y severas amenazas. De aspecto frágil y huesudo era considerado de corta estatura por sus compañeros de palacio, al cual le llamaban cariñosamente “El gran Seti”.Pero eso solo estaba reservado a sus amigos más allegados, cualquier otro que le llamase así, estaría castigado en las cocinas de palacio, mucho tiempo.
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