Capitulo I Kal- El continuación (3))

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La avanzadilla de los emisarios griegos acaba de atravesar las puertas de entrada al palacio. Kal –el sabia muy bien que papel juega allí junto a Akenatón, pero no había olvidado quien era. Hace mucho tiempo, antes de la llegada al poder del actual faraón, Kal –el había sido nombrado sacerdote de Anubis en Tebas, apenas contaba con quince años, pero su conocimiento, y su devoción eran tales, que era conocido como la voz de Anubis. Veinte años después los templos de todas las deidades del panteón egipcio, habían sido saqueados, todo ello con un fin honrar al único dios verdadero Atón y honrarlo con la construcción de una nueva ciudad a medio camino entre Menfis y Tebas, las que antaño habían sido las grandes capitales del imperio. Allí se construyo el horizonte de Atón, y fue donde Ka –el tuvo que honrar a su amado culto, entre las sombras, desde el subterfugio, viviendo una vida que no le tocaba junto a un hombre, un faraón, que había removido y destrozado los cimientos de las creencias de un pueblo entero. La ciudad brillaba con un esplendor casi idílico, pero su construcción estaba maldita. Había sido financiada con la confiscación de las tierras y las rentas de los antiguos templos y su expolio. Con todos sus privilegios revocados y sus inmensas riquezas requisadas, el mensaje en su quinto año de reinado era claro, la ruptura con el pasado era total, y la persecución a los antiguos cultos, seria implacable. Este era el décimo año de Kal –el al servicio de la casa real , y su primer año en la nueva ciudad, Akenatón había dejado pasar cinco años de su mandato encumbrando a Atón, pero permitiendo el culto a los viejos dioses, ahora la prohibición era total, y el monoteísmo impuesto la herejía más grande que jamás antes había cometido persona alguna contra los dioses.
Kal –el conocía muy bien el protocolo para estas reuniones, y no tenia tiempo para asistir hoy al taller de Bek para que este continuara trabajando en su busto, sabia muy bien lo que querían los emisarios griegos, lo mismo que habían querido, los pobladores y reyes de Babilonia, Mitanni, Asiria o Hati, simplemente ser tratados de forma especial, ser tratados como hermanos. La noche habia caido, todo estaba bajo control, Kal –el se detuvo un instante para lavarse las manos , cuando estaba a punto de partir al encuentro de los emisarios, un soldado de su guardia personal visiblemente fatigado, le entrego un mensaje.

-Señor, el general Alkair, dice que los adoradores de set han solicitado audiencia – dijo el soldado casi sin aliento

-¿Qué seguidores?, ¿cuantos son?, ¿va con ellos un joven de pelo rojizo?, ¿Dónde están?- Dijo Kal –el, mientras apretaba el paso en dirección a las escaleras que bajaban a la planta baja.

- Son solo dos, Tyaty un hombre anciano y su esposa, dicen venir en nombre de su dios, el pod.., el falso dios seth, mi señor.

-Reúne a tus hombres y prepara la sala de reuniones terminaremos con esto rápidamente y podremos tener una noche tranquila, no seria conveniente tal y como están las cosas negarles audiencia a estos infieles- dijo Kal- con un tono en la voz cada vez más recio.

La estancia estaba minuciosamente preparada para impresionar a sus visitantes, eso unido el aspecto regio y marcial de Kal- el, un hombre de casi dos metros de altura y una musculatura casi inhumana podría desarmar al hombre más osado, no obstante, muchos de los que venian con reivindicaciones hasta esta sala, caian derrotados antes de poder articular palabra, por la fuerte presencia del tyaty. La espera se hizo muy breve y unos minutos después un hombre anciano y una una mujer de mediana edad y con aspecto descuidado se presentaron ante él

-Tyaty, hombre sabio donde los haya, voz y oídos de Akenatón, te rogamos atiendas nuestras plegarias- dijo el anciano hombre mientras apoyaba contra la pared un viejo cayado en forma de serpiente.

- Desconozco lo que puedan querer dos serpientes de la arena, de la gloria de Akenatón, pero creo que estáis buscando ser entendidos en un sitio donde no cabe la esperanza para vuestro culto, marcharos con paso firme y dejad de alborotar las calles, si no queréis que la sangre y el dolor sean vuestros compañeros de viaje. No os deseo ningún mal, pero aquí no hay esperanza para vosotros- Dijo Kal el mientras les observaba con suma atención.

- Tyaty, la gloria de Akenatón acabara con todos, y entonces tendremos que refugiarnos en las tinieblas – dijo la mujer mientras se abria aun lado para dejar paso a un tercera persona que acababa de entrar en la sala.

Kal el no tuvo tiempo para reaccionar y como surgido de las más terribles y sinuosas sombras del oscuro pasillo aparecio un joven muchacho encapuchado y con un aspecto terriblemente inquietante.

- Kal- El ha llegado la hora de que se cumplan los designios de los eternos, y en mitad de la tempestad vengo a ti para que cumplas tu juramento – Dijo el joven muchacho mientras descubría su rostro, mostrando su rojizo cabello.

- ¡Que los Dioses se apiaden de nosotros!- Dijo Kal –el mientras apretaba fuertemente los puños

Una terrorífica risa inundo la sala, los soldados temblorosos aferraron sus armas y se pusieron en posición ofensiva, mientras Kal –el miraba frenéticamente a su alrededor, el joven muchacho se acerco a Kal –el y le miro fijamente a los ojos:

- No habrá piedad en el horizonte de Atón, Tyaty, no quedara ni el recuerdo de su existencia.