CAPITULO 7 Anuk (continuación 2)

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Los gritos de Sarah resonaron en la habitación alarmando a los guaridas. Anuk se encontraba tumbada en la cama boca abajo. Bajo ella un gran charco de sangre presagiaba lo peor. Nadie se atrevía a tocarla, pasaron unos minutos de una gran tensión, y casi sin aliento Kairka entro a trompicones en la instancia.

-Anuk! -grito asustado mientras la giraba para comprobar si aun respiraba.

Anuk se despertó sobresaltada, con la primera bocanada de aire fresco, noto como el sabor cobrizo e inconfundible de la sangre bajaba por su garganta. Asustada comenzó a gritar de pura desesperación.

-Tranquila, tranquila- Kairka había roto cualquier protocolo o formalismo y estrechaba entre sus brazos a la joven bailarina intentando que mantuviera la calma.
- Sarah trae dos jarras con agua fría, date prisa, y manda que avisen a nuestro Tyaty, es muy urgente. Date prisa – la voz de Kairka era de una gran preocupación, aunque en ese breve tiempo, había tranquilizado un poco su alma. La sangre que manchaba la cama y el cuerpo de la joven era de una tercera persona.

-¿Esta aquí?, ese maldito demonio. Kairka, Kairka, dime que todo ha sido un mal sueño. Anuk cubrió su cuerpo con una capa de lino, mientras intentaba recomponer su figura.

Kairka tomo el control de la situación. Cuando un asunto requería su presencia de forma tan grave, nadie, ni siquiera “la venerable”, podía intervenir. Ordeno a dos jóvenes esclavas que limpiaran con cuidado el cuerpo de Anuk, para certificar que no tenía ninguna herida sangrante. El cuerpo de la joven no presentaba ningún signo de violencia, asi que el buen doctor se centro de nuevo en intentar descifrar de donde había venido esa sangre. Comenzó a rebuscar entre la cama y encontró una fuerte combinación de olor a sangre, pero también a sexo. Esto termino de desconcertar al joven medico, que de forma delicada le pidió a Anuk que abriera las piernas y le mostrara su sexo. Anuk se quedo durante unos segundos petrificada, y no por le hecho de tener que ser auscultada por el médico, sino, porque el miedo que le producía la posible respuesta del doctor, la atenazaba. Reunió el valor suficiente y con una leve y forzada sonrisa accedió a ello. Kairka ordeno a Sarah que pasara un paño de lino por los genitales de Anuk, y que se lo mostrara. Cogió el pañuelo y lo estuvo observando y manipulando durante unos minutos. Pasado un tiempo que para Anuk se hizo eterno obtuvo una respuesta.

-Esta noche no ha habido nadie aquí, Anuk. Tu honor esta intacto. Este acontecimiento solo puede estar inspirado por Aton, es un presagio de tu gran fertilidad.- Kairka sonrió y pidió un cuenco para lavarse las manos.

Anuk se quedo más tranquila, aunque en su mente comenzaba a formarse una duda, sobre sus sentimientos. Sus sentimientos hacia su Faraón, su dios viviente. Hacia Kal- el quien tanto la había ayudado, y sobre todo hacia ese diablo de la noche, ese maldito sacerdote de Seth, que irrumpía en sus sueños. Todo era demasiado confuso. Anuk tomo un baño y tranquilizo a sus criadas. Se relajo y espero con impaciencia la noche. Hoy iba a ser el último día con los griegos antes de que partieran a sus lejanas tierras, y Anuk quería estar perfecta para la ocasión. Aunque hoy mandaba la política y era un día para Kal- el y para “la venerable”, Anuk quiera tener su pequeña porción de gloria. Cuando termino el baño y comenzaron a maquillarla y a vestirla, sintió como su cuerpo estaba lleno de energía, una energía vital que desconocía. Interrumpió durante unos instantes a sus criada, y sintió curiosidad por probar su tobillo. El resultado no podía ser más increíble, sin duda los cuidados de Kairka, habían dado resultado.

Cuando Kal- el entro en la habitación miro fijamente a Anuk, y se dirigió rápidamente hacia ella.

-¿Estas bien? – dijo al tiempo que se sentaba junto a ella.

- Si, estoy bien, estoy increíblemente bien. Todo ha sido un susto, Kairka dice que es una bendición de Aton.

-Anuk, doblare la guardia en tu puerta esta noche, ya sabes que para mi tu seguridad es lo primero, no podría fallarle a nuestro amado faraón- Kal –el se acerco más a Anuk invadiendo su especio vital.

- Entonces prohíbe la entrada a palacio a ese sacerdote de pelo rojo, su presencia me turba, creo que lleva algún demonio dentro, Kal- el ,le quiero fuera de aquí- el rostro de Anuk se encontraba a escasos centímetros del suyo.
El Tyaty tomo distancia y se levanto, esbozo una ligera sonrisa e intento quitarle hierro al asunto con un tono de voz más dulce.

-Anuk, ese joven es el mayor sacerdote de Seth en Egipto. No obstante se hace llamar Seth asi mismo, el maldito vanidoso, pero no es más que un pobrecillo adorador de dioses extintos y caducos, sus días están contados. Tenerle aquí es una prueba de buena voluntad, para que los ánimos se calmen. No queremos que nuestro amado faraón Akenaton, vea que su pueblo tiene dudas, ¿verdad?. Pues entonces dejémosle beber nuestro vino y comer nuestro pan, porque es lo único que sacara de aquí. Kal- el parecía muy seguro de si mismo y transmitió esa seguridad a Anuk.

-Esta bien, tu sabes como llevar estas cosas. Gracias Kal –el , ahora si me permites querría terminar de arreglarme para la fiesta.

Kal -el, salió de la habitación con paso firme y mientras Anuk observaba como se marchaba su Tyaty, seguro de si mismo, confiado y valiente pensó en lo injusta que podía ser la vida. Ella lo tenía todo, tenía un mundo a sus pies, mientras otras chicas de su edad estaban condenadas a vivir casi en la miseria, a ser vendidas, o a no ser más que objetos. Ella había tocado el cielo, era la favorita de Akenaton, pero algo en su interior le empezaba a decir que esa vida no era la que le tocaba vivir. Una vez pasado el susto, y con sus pensamientos en orden, Anuk cerro los ojos buscando la paz, y sin duda no dejo de ser curioso descubrir, que su mente buscaba tranquilidad en las fuentes del Nilo.