capitulo 8 Kairka (continuación)

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Kairka estaba totalmente desconcertado, todo cambiaba rápidamente en “el horizonte de Atón”. La fortuna era variable como la luna, y en poco tiempo te podía sonreír o darte la espalda. Kairka estaba seguro de que esta vez la fortuna, les había abandonado para no volver. Decidió pasar esas últimas horas antes de la reunión repasando mentalmente el comportamiento de sus invitados, de sus amigos y de el mismo, esperando encontrar una conexión entre ellos. Tan solo pudo llegar a una conclusión muy arriesgada, los griegos podían manipular las mentes a voluntad, algo que sin duda le producía un enorme terror.

La cena estaba a punto de comenzar. La sala nuevamente había quedado despejada y solo estaban unos cuantos elegidos. Kairka confirmo sus sospechas al entrar en la sala y relajarse por completo. No era normal sentir tanto terror antes de entrar y encontrarse terriblemente cómodo en presencia de la comitiva griega, aunque viéndolo ahora desde la renovada tranquilidad, que importaba quienes eran y que propósitos ocultaban, si eran unas personas tan agradables.
Esta vez junto a la abundante comida y la bebida no hubo lugar para el subterfugio, y los griegos no ocultaron sus verdaderos apetitos. Kairka pudo comprobar como el contenido de sus copas no era sino sangre. En otras circunstancias el mismo habría ejecutado a esas bestias del inframundo, pero Kairka era muy consciente de los poderes que le rodeaban y sin duda se sentía más cómodo en su nuevo rol observador. Además Kal- el le había asegurado que los griegos estaban de su lado, y fueran o no humanos que desde luego no lo eran, estaban allí para velar por ellos.

-Los sacerdotes de Horus se van a alzar en breve Kal-el , pero no será ahora. Sus planes a corto plazo son los de introducir en palacio a uno de sus magos más experimentados y controlar poco a poco el entorno del faraón, al que por cierto tiene ya bajo su control mental. Nosotros dejaremos mañana el palacio para no levantar sospechas y borraremos selectivamente el recuerdo de que estuvimos aquí, solo dejaremos que unos pocos sepáis la verdad.- Homero hablaba con cordialidad mientras todos los demás en la sala prestaban atención a la conversación sin apenas parpadear.

- ¿Quién está manejando a las masas en Tebas?, son ellos los Shemsu Hor?- dijo Kal –el mientras servía un poco más de vino a Alkair.

- No, las revueltas de Tebas, no tienen nada que ver con esto. Aquí están ocurriendo dos cosas a la vez. Por un lado tenemos a los humanos cansados de un faraón al que se le agota el crédito y que tarde o temprano acabaran con esto. Algo que a nosotros no nos importa y que a vosotros tampoco os importara en el futuro. Otra cosa es lo que está pasando en las entrañas de esta nación, los Semshu Hor han despertado y quieren aniquilar a todas las criaturas mágicas de esta tierra. Cambiantes, magos, Primeros Nacidos, animas, quieren acabar con todos. - Homero hizo un gesto con su mano para que la gente se acercara más a el. El tono de su voz se torno más leve, y su complicidad más intensa.

- Ellos quieren acabar con miles de años de tradición, son ellos los que realmente quieren imponer un único dios, pero no a los mortales con sus efímeras existencias, sino a nosotros los que caminamos en las sombras.
- ¿y por qué deberíamos nosotros preocuparnos por vosotros?, ¿acaso no somos también mortales?- Kairka había conseguido con gran esfuerzo replicar las palabras de Homero.

- Porque si no nos ayudáis Kairka, los Semsu horn, asesinaran a todos los herejes de palacio, e irán primero a por los más próximos a Akenatón. Os maldecirán para siempre y vuestras almas caerán en el olvido, devoradas por Apofis, por eso nos vais a ayudar Kairka, porque depende vuestra alma de ello.
Un silencio angustioso inundo la sala de temor e incertidumbre, y todos los egipcios sintieron un terror como jamás lo habían sentido. Anuk apenas podía retener las lágrimas en sus ojos, y Seti y Alkair se habían quedado petrificados, el rictus de terror de sus rostros era casi inhumano.

-Pero no tengáis miedo, porque tenéis al mejor de nosotros protegiéndoos, a vuestro Tyaty. Kal-el es sin duda un seguro para vuestras vidas y el y su pueblo velaran por vosotros. – Esta vez había sido Orfeo el que había hablado mientras acaricia con sus dedos una preciosa lira de plata.

La cena continuo y los griegos como habían prometido se dedicaron a enredar en las mentes de quieren creyeron conveniente, tenían que saberlo todo, pero igual era mejor que no recordaran todo, especialmente lo de la condenación de sus almas, algo que sin duda era muy importante para sus creencias . Así que encerradas entre las notas musicales de la lira y del canto hipnótico del joven Orfeo , salió una canción tranquilizadora que borro esa angustia por sus almas, aunque también reforzó la idea de que había que luchar contra el alzamiento de los seguidores de Horus. Poco a poco la sala se fue despejando de comensales y al final solo quedaron los jóvenes egipcios, sentados en circulo y sin mediar palabra, esperando que alguno de ellos hablara, pero nadie lo hizo. Cuando estaban a punto de levantarse para irse, Kairka vio como el joven sacerdote de seth no había abandonado la sala y les observaba desde la puerta.

-¿Quieres unirte al grupo sacerdote?, ¿tienes algún plan para salir de esto?- Kairka le sonrió con tono irónico.

- Solo uno, - respondió Seth. - Un baño de sangre.