CAPITULO 5 Alkair

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Alkair se levanto esa mañana con un espantoso dolor de cabeza y con la tripa algo revuelta, sin duda la copiosa cena de la noche anterior les estaba pasando factura. De su mente se había ido la idea de investigar las amenazadoras revueltas politeístas, pensando que tal vez debería esperar al regreso del faraón. Así pues volvió a sus tareas en palacio organizando las guardias y preparando los actos de ese día. Decidió tomar un baño antes de iniciar la larga jornada de trabajo. La responsabilidad de las tareas hizo que rehusara del habitual majase de sus dos esclavas hebreas, no quería estar excesivamente relajado, pues temía algún incidente y deseaba estar con todos los sentidos agudizados. El primer día de estancia de la expedición griega en palacio había estado colmado de buenas sensaciones y un mutuo y cordial respeto, sin ningún fallo en el protocolo. Sin duda eso había sido una buena noticia, pero Alkair no estaría tranquilo hasta que partiesen y recibiese la felicitación expresa del faraón. Una vez terminado el aseso, recorrió las dependencias de palacio revisando los puestos de defensa. Sus soldados siempre leales controlaban la situación sin problema alguno, y una paz inquietante dominaba todos los rincones de Amarna, solo turbada por los movimientos de esclavos preparando la nueva cena. Aunque ni un solo griego salio de sus dependencias mientras el Sol abrasador iluminaba el palacio, no llamo la atención de ninguno de los oriundos, pues todos estaban convencidos, que los griegos eran demasiado sensibles a las temperaturas de la “tierra negra”. Así pues la jornada de trabajo matinal fue sin duda relajada. Seti había estado reuniendo a todos los esclavos esa mañana y les hacia reasignado a nuevas tareas, no sin antes preguntarles a fondo sobre sus tradiciones y rituales, Los esclavos estaban desconcertados, pero Seti , que podría haberlo hecho sin dar explicación alguna, les dijo que estaba recopilando esas leyendas, para preservar ese conocimiento, y así poder identificar a los enemigos de Aton, con mayor facilidad.

-Estos esclavos hebreos son sin duda de lo más enigmático, Alkair- dijo Seti mientras se apoyaba contra una pared para descansar y tomar algo de agua.

-¿Desde cuando te preocupas tanto por los esclavos, Seti?- dijo Kairka mientras se disponía a imitar a su amigo.

-Bueno, ya sabes que me gusta tenerlo todo bajo control. Tú tienes a tus soldados y yo tengo a mis esclavos. De todas formas ya he terminado por hoy con ellos, tengo mucho trabajo, han llegado muchos víveres y se han de almacenar con sumo cuidado. Dijo Seti mientras apuraba el último trago de agua.

- Ayer ocurrió algo extraño, no recuerdo haber ordenado a mis soldados proteger la entrada subterránea de palacio a los viejos aposentos de Kal –el, sin embargo hoy esta fuertemente custodiado por cuatro hombres, y sinceramente creo que es una buena decisión. Pero Seti, me turba bastante que ese vino que nos sirves nos nuble el juicio, creo que hoy no tomaré nada. Dijo Alkair mientras estrechaba fuertemente el antebrazo de Seti en señal de respeto.

Seti río a carcajadas, y devolvió el saludo a Alkair. Se marcho tranquilamente, con sus cortos pasos hacia la entrada secundaria de palacio, donde solían hacerse las tareas dependientes de la cocina. Parecía que seria un día tranquilo, así pues Alkair decidió que era un buen momento para relajarse. Comió algo, para recuperar fuerzas y como era costumbre entre los egipcios volvió a asearse, quería estar con sus mejores galas para la cena. La noche cayó y con ella llego una ligera brisa, una bocanada de aire fresco en ese infierno de calor desértico. Se encontraba relajándose sentado mientras sus dos jóvenes esclavas hebreas vertían agua fresca y perfumada y le sacaban la suciedad frotando tierra contras su cuerpo, cuando una persona entro en la sala. En un primer momento Alkair reacciona como un felino, y se puso en guardia en apenas unos segundos, pero esa tensión desapareció con la voz tranquilizadora que empezó a hablar en la sala.

-Perdone mi interrupción joven Alkair, pero no podía esperar – dijo la joven mientras ordenaba a las esclavas palmeando con las manos abandonar la sala.

Alkair estaba confuso, la belleza atlética de esa mujer era absolutamente arrebatadora, sus piernas torneadas, sus pechos perfectos, su larga melena morena y sus profundos ojos negros, habían herido profundamente el corazón del joven guerrero.

-Esta noche Alkair, quiero que después de la cena, cuando los músicos terminen su última actuación, salgas de palacio y te dirijas, al barrio de los herreros. Allí quiero que ejecutes al maestro de la forja. Deberás hacerlo como una sombra sin que nadie se percate de tu existencia – dijo la joven mientras esperaba cauta a que Alkair terminara de vestirse.

Alkair no cuestiono las órdenes, se encontraba ensimismado, intento hablar pero la belleza de la joven le tenía cautivado. ¿Quién era?, sin duda había venido con la expedición griega, cerro los ojos e intento concentrarse para poder hablar. Cuando los abrió, la muchacha había desaparecido y tan solo el olor de su perfume continuaba en el ambiente. Alkair no recordaba el encontró y pensó que había sido una ensoñación, aunque un deseo de matar rondaba su cabeza aunque no recordaba contra quien ni porque.