Capitulo 6 Kal-el

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Se había dejado llevar en sus ensoñaciones por los sensuales e hipnóticos movimientos de Anuk , pero Kal –el sabia que ese momento seria el ultimo de paz para él, en el Horizonte de Atón. Durante la cena se dio cuenta que los emisarios griegos no eran lo que aparentaban ser, unos simples mortales. Estaba convencido que eran criaturas de la noche, y aunque parecía que la sed de sangre natural en ellas estaba contenida, no dejaba de preguntarse cuando empezarían los problemas. Sus modales habían sido exquisitos y habían sido unos invitados ejemplares, pero sin duda venían a por algo, o alguien. El primer pensamiento de Kal –el fue de impotencia. Ya no podía hacer nada sin revelar su verdadero poder, su tapadera como Tyaty estaba en peligro, intentar imponerse a la voluntad de Homero, Hesiodo, Orfeo y la joven misteriosa, sería sin duda imprudente, aunque Kal –el orgulloso de si mismo sabía que no le aguantarían una confrontación directa, no contra un fiel devoto de Anubis. Pero no era a ellos a quien Kal –el temía sino al joven pelirrojo que se había presentado ayer en palacio, aquel mismo que se había presentado hace diez años en Tebas, cuando el comenzaba a ascender en su carrera política junto a Akenaton, aquel que se presento el día de su nacimiento, aquel que se presento el día del nacimiento de su difunto padre, aquel que en las leyendas de su tribu, le cantaba dulces canciones al oído al padre de su padre cuando era un bebé. Durante generaciones enteras su familia le había conocido como “la sombra”, pero Kal-el sabia muchas cosas sobre él, tal vez demasiado conocimiento para no comenzar a sentir una profunda intranquilidad. Se arrodillo delante de la piscina que adornaba el centro de sus aposentos y comenzó a rezar a Anubis, en busca de una respuesta, todo parecía confuso, y ahora mismo el consejo de su amado dios, era lo único que le importaba.

-Oh Anubis, “el que abre caminos”, señor de Abidos
Escucha la plegaria de los tuyos,
que viven bajo tu poder en las dos tierras

El agua de la piscina comenzó a agitarse, algo emergió de ella, una figura casi intangible del mismísimo Anubis de unos cuatro metros de altura se mostraba majestuosa frente al tyaty.

-Kal –el es la hora de despertar a los durmientes, debes cumplir el juramento. A partir de ahora eres el custodio de nuestra Alianza con Seth, ha llegado la hora de acabar con los herejes. La voz era extremadamente grave e inhumana, como si ese ser no estuviera acostumbrado a hablar el moderno lenguaje de los hombres.
Kal- el continuo arrodillado, escuchando atentamente a la criatura y se alzo majestuoso.

-Padre, no fallaré en mi cometido, reuniré a las tribus nómadas y las prepararé para la guerra – dijo Kal –el mientras veía como desaparecía la figura acuosa de Anubis.

Al salir de sus aposentos fue comprobando de primera mano, como los griegos se habían cuidado muy bien de ser molestados durante el día, sin duda habían utilizado artes oscuras para ello. Se acerco a ver al buen Kairka y le pidió que le preparara un brebaje tranquilizador, tenia que templar su ira, si no quería provocar a aquellos que habían entrado en su casa sin llamar. Aunque durante un momento, fantaseo con la idea de reventar algunos cráneos, por muy sobrenaturales que pudieran ser.