CAPITULO 5 Alkair (continuación)

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Alkair se había vestido con sus mejores galas. Decidió dar un paseo para estirar un poco las piernas y ver como estaba la situación por la ciudad. Aunque Tebas estaba a casi tres días de camino de la ciudad, el eco de las revueltas estaba llegando a gran velocidad, y no era extraño, escuchar entre susurros críticas veladas al faraón, incluso llego a oídos de Alkair, que muchos pensaban que la ciudad estaba maldita. Alkair era joven, pero no era impulsivo, analizaba detalladamente todos los datos e intentaba pacificar los ánimos, cuando encontraba una hostilidad abierta, no tenia mas remedio que castigar a los herejes, pero la mayoría de las veces hacia la vista gorda, pues muchas de las criticas al faraón venían de su circulo más intimo, y el mismo a veces no entendía el rumbo que estaba llevando el faraón y por extensión el propio país. Había visto como habían sido desoídos los ruegos de los pueblos asediados por los hititas, y de cómo el faraón abandonaba la política del país, dejando a los recaudadores y el ejercito campar a sus anchas por el país. Realmente Alkair se cuestionaba muchas cosas, pero su posición y su jerarquía le impedían hacer lo que realmente desea, y muchas veces su frustración era un inseparable compañero de viaje. Al pasar cerca del gran templo de Aton decidió detenerse y de su interior escucho los últimos rezos, la noche había llegado pero para Aton siempre había palabras de suplica:

-¡Oh! Aton viviente origen de la vida

Cuando te elevas al Este en el horizonte llenas la tierra de belleza

Aunque estés lejos, tus rayos nutren cada campo

y cuando brillas ellos viven y crecen para ti.

Alkair entró en el templo y allí termino de escuchar las plegarias. Saludo amistosamente a los sacerdotes y quiso saber como estaba la situación en el templo. Aparentemente eran ajenos a las criticas y desde luego a las revueltas de Tebas, pero Alkair sabía que algo raro estaba pasando. Se quedo un rato allí hasta que se encendieron los primeros fuegos, y observo como salían los últimos devotos del dios. Una vez a solas se decidió a interrogar al sacerdote más anciano, eso si con mucha delicadeza, no podía permitir que pensara que estaba siendo interrogado.

-La noche hoy parece algo más cálida, debe ser que Aton se ha apiadado de nosotros. Dijo Alkair mientras ofrecía su mejor sonrisa.

-Aton, cuida de sus hijos, especialmente de los más devotos, y siendo usted quien es, el maestro de armas de palacio, sin duda hará que su instancia dentro de estos muros, sea cálida y tranquila, dijo el anciano mientras terminaba de colocar unas frutas delante de la estatua del dios.

Alkair continuo hablando con el y poco a poco fue llevando la conversación hacia el delicado tema, de los templos saqueados de los antiguos dioses, y pregunto si en estos días alguien extraño había pasado por el templo, o tal vez algunos grupos les habían increpado. La seguridad en le templo de Aton, era sumamente importante, pues si el pueblo veía que no se respetaba lo más sagrado, podría volver a cuestionarse, la autoridad de Akenaton para elevar a Aton por encima de todos los dioses, y eso desde luego no era ni aceptable ni comprensible.

-Ahora que lo menciona, creo que unos días atrás vino un joven con una pareja de ancianos, era su hijo creo. Fue extraño porque no parecía que fueran muy pudientes y sin embargo hicieron una generosa donación en oro. Dijo el sacerdote mientras instaba a Alkair a salir del templo con amabilidad.

-Entiendo, me imagino que serian devotos fieles. Que honrado por su parte ofrecer su oro a Aton, una muestra sin duda de una devoción increbantrable.- dijo Alkair

-Nada de eso, ese oro no era para Aton, ese oro era para introducir un objeto en el palacio del faraón.- dijo el sacerdote mientras tomaba distancia.

En un rápido movimiento Alkair desenvaino su espada y se abalanzo contra el sacerdote, con ánimo de reducirle y apresarle, pero no tuvo tiempo de hacerlo, antes de llegar al cuerpo a cuerpo, el sacerdote ingirió el contenido de un pequeño recipiente que escondía en su mano, en pocos comenzó a agonizar entre espasmos.

-Maldito hijo de mil felatrices, ¡dime que has hecho!, ¿Qué has introducido en palacio?, ¡responde! – dijo Alkair mientras zarandeaba violentamente el cuerpo del anciano

El anciano sacerdote intento decir algo, pero comenzó a expulsar enormes cantidades de sangre por la nariz y la boca, estaba a punto de morir, cuando consiguió decir unas palabras apenas inteligibles

-La perdición de Akenaton.

Alkair se quedo inmóvil unos segundos mientras sujetaba el cuerpo sin vida del anciano sacerdote, el tiempo suficiente para darse cuenta de una terrible conclusión, la guerra entre los dioses había llegado al corazón de Amarna.